A menos de que tengamos tremenda paciencia y/o muchos amigos, nunca hemos llenado nuestro álbum Panini. Y, aun así, eso no nos quita la ilusión de que cada cuatro años que se celebra un mundial, como mínimo consideremos adquirirlo.
Lo más sorprendente en la actualidad ya ni siquiera es pensar en cómo una empresa italiana fundada en 1960 cuya propuesta de innovación se ha basado en impresiones de comics y estampitas, ha logrado tener tanto éxito en 130 países sin ninguna competencia, sino en cómo incluso en nuestra era digital, donde tenemos tantas facilidades de obtener (y con creces) lo que antes solo nos ofrecía Panini (Como las convocatorias completas de las selecciones, templates dónde poner los resultados e imágenes de las caras de los jugadores) sigamos tan casados con nuestro álbum, incluso aunque los puros sobrecitos con cinco estampas, probablemente repetidas, cuesten ya hasta 18 pesos.
Para la lógica de cualquier empresario, todos estos factores representarían focos rojos para nuestra idea de negocio. Los emprendedores solemos creer que nuestro producto o servicio tiene que ser lo que está a la moda y su marketing debe ser publicitarse de forma masiva a lo bestia en todos los medios de comunicación disponibles, y por culpa de esas creencias vemos que el mercado solo se llena de productos genéricos y publicidad fastidiosa.
Para Panini, la historia cuenta que todo empezó en un pequeño Kiosco. Y como todo un unicornio, para su primer año había vendido más de 9 millones de paquetes (sin ser aún los del mundial). Para 1970, la empresa tuvo tanto éxito que pudo adquirir los derechos de la que sería la competición más esperada de la historia y con alto marketing a su alrededor, ampliando su mercado y volviéndose un éxito a nivel internacional.
Para entender el éxito que Panini consiguió, hay que entender la sinergia que se construyó a sí mismo alrededor del Mundial, que para nosotros se convirtió en toda una experiencia ¡Casi un carnaval! Panini supo tener la visión de mezclar su producto con sensaciones increíbles para nosotros de chicos: el ideal de los mejores de México de diferentes equipos unidos en uno solo por un mismo objetivo; conocer al país anfitrión completamente nuevo a profundidad a través de los comentaristas; el furor contagioso de los aficionados más cercanos a nosotros, ver o hablar de los partidos en la escuela y algo muy especial: la magia de abrir cada sobre, intercambiar nuestras estampitas repetidas y volvernos completamente locos por tratar de obtener a nuestros jugadores favoritos. Lograr vender sensaciones hace a un negocio rentable.
Actualmente, que Panini siga funcionando a pesar de la era digital nos parece más extraño de lo que en verdad es. No solo la nostalgia es gran vendedora, sino que también Panini a través de su constancia cada 4 años y su gran propuesta de innovación, consiguió volverse sinónimo de toda la mística que implica el Mundial del futbol, a través de brindar una experiencia que fuera sinónimo de pasión, convivencia, misterio, suerte y competitividad. “El Mundial empieza con la salida del álbum de estampas”.
Aunque compres una caja de sobres, no tienes garantizado que tu jugador favorito te saldrá, y aunque otro puede solo tener solo un sobre, puede ser más valioso que 104 ya abiertos, por lo que la experiencia se vuelve algo que el dinero no siempre puede comprar; algo valioso para todos.